CRIS VISITA EL REFUGIO
Que grandioso día es hoy, llevo meses esperando, por
fin conseguí que mis padres me autorizaran a ir a una salida, hoy es el día.
Inmediatamente llegue pude sentir como mi pulso se aceleraba,
sin querer tropecé con una de mis compañeras, lamentablemente era Sofía una de
las más insoportables; decidí ignorarla pues presentía que hoy sería un día
especial.
Al encontrarme con los muchos perritos de la
fundación salte de alegría, eran hermosos; su ternura conmovía al igual que la
dedicación de algunas personas para ayudarlos y cambiarles la vida.
Fue sorprendente al observar cómo se comportaban los
perros, como los cachorros reflejaban en su mirada inocencia y los adultos
alegría, esperanza, pero lo más sorprendente, nada de rencor. El experimentar
como el cuarto cobró vida con su entrada.
Pero entre todos los perritos uno me llamo la atención,
una cachorrita de orejas caídas, nariz rosada, mona con manchas cafés oscuras y
ojos azules; juguetona, intrépida y muy buena atrapando la pelota.
Había algo en esa cachorra que me llamaba, quería
adoptarla y lo conseguiría a toda costa. Antes de que nos tocara irnos llame a mí
hermana y le prometí darle todo el
dinero de mi lonchera de un mes a cambio de que rogara conmigo el que adoptáramos
a Lía, como la nombre, mi hermana accedió.
Al irnos presencie una escena que me conmovió y
derritió el corazón, Lía estaba frente a la reja con la cabeza ladeada y una
mirada triste junto a sus compañeros que ladraban, chillaban y nos miraban
tristes.
Cuando ya estaba en casa, con ayuda de mi hermana
conseguí tener éxito con mi meta, fue difícil convencer a mis padres pero
fueron cediendo y conseguí adoptar a Lía sin problema; logrando así hacer feliz
a una perrita
Por: Angie Valentina Córdoba
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