En el colegio me plantearon la pregunta de cada año
“¿Que quieres ser en grande?” y como siempre conteste, abogada, como mis padres
me habían dicho; pero esta vez algo cambio, me pregunte algo que nunca había
pensado “¿que quiero ser yo de grande?” entonces en mi mente apareció otra pregunta”
¿afecta el que quiero ser en lo que soy?”; al terminar clases, llegué a casa y
salude a mi padre. En la mesa cuando almorzábamos le pregunté a mi padre “¿que
pasaría si no quiero ser abogada?” a lo que contestó “tienes que serlo, es cosa
de adultos” lo que me enojó, acaso se creía el dueño de mi vida, “pues no
quiero, yo tomo la decisión de lo que yo quiero ser, son mis decisiones y no
los pueden cambiar” argumente resaltando la palabra yo, a lo que mi papa contesto
furioso “somos tus padres y podemos hacer lo que queramos, tu dependes de
nosotros”, “no te lo voy a negar, tú lo has dicho, son mis padres, no son yo,
mi pensamiento no lo pueden cambiar, no me puedes cambiar; quizá no siga tus
pasos pero eso no indica que no sea tu hija y parte de esta familia, no es cosa
de adultos es cosa mía, es mi decisión” concluí dejando a mis padres perplejos;
No dijeron una palabra más, pero yo tenía muchas con las cuales responder.
Dejé de darle vueltas al tema de la discusión y me
concentré en responder la pregunta, hasta que decidí que no era algo que solo
se decía, era algo que necesita tiempo y eso tenía, tiempo para responder la
pregunta cuando estuviera lista.
De: Angie Valentina Córdoba Córdoba.
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